top of page

Carpe diem

“Un viajero llegó un día a un pueblo que no había visto nunca. Le llamó la atención ver que a la entrada del pueblo se encontraba un cementerio. Su curiosidad lo llevó a ver las lápidas que ahí se encontraban, y notó que en todas aparecía una leyenda debajo de las iniciales de quien habitaba esas tumbas. Todas decían algo como: A. A., Tiempo vivido: 5 días, 4 horas y 27 minutos. Eso le provocó mayor curiosidad, y empezó a ver otras tumbas. Todas eran similares. Tenían grabadas las iniciales, la leyenda “tiempo vivido” y un tiempo de tan sólo unos días, horas y minutos. En algunos casos, muy contados, se podían leer meses o, en aún menos, años de vida. Pero ninguno pasaba de los 2 años. Esto horrorizó al viajero. ‘¿Acaso aquí entierran a sus niños y bebés? ¿Y además tienen la osadía de escribir exactamente cuánto tiempo vivieron? ¿Por qué hacen eso?’ Entonces se levantó con esta idea en la cabeza, dispuesto a confrontar a algún poblador para saber qué significaba eso, cuando una mujer anciana, de gesto amable, se acercó a él. Al verlo confundido, le explicó lo ocurrido. ‘Joven muchacho’ le dijo. ‘Tal vez te parezca extraño que coloquemos así el tiempo de vida de las personas que han fallecido en este pueblo. Aquí yacen niños, jóvenes y adultos por igual. Algunos de ellos vivieron pocos años y otros alcanzaron casi el siglo de vida.’ ‘Entonces, ¿por qué la persona que más vivió dice que sólo vivió dos años?’ Replicó el viajero. ‘Ah, eso es muy sencillo’ Respondió la anciana. ‘Ese tiempo no es su tiempo físico, sino el tiempo que realmente aprovecharon de sus vidas. Verás: algunos, a pesar de haber vivido 50 años, sólo aprovecharon 5 días, 4 horas y 27 minutos de su vida. Otros, a pesar de haber vivido 20 años, lograron aprovechar hasta 1 año y medio. En este pueblo no importa cuánto tiempo hayas vivido, importa cuánto de ese tiempo realmente hiciste valioso’”.

Cada día deberíamos preguntarnos ‘¿Cuánto tiempo de hoy he aprovechado realmente?’ Si hiciéramos esa pregunta cada noche, probablemente nos daríamos cuenta de que tampoco aprovechamos al máximo ese tiempo. En muchas ocasiones, pasamos el día con actividades que no aportan nada a nuestra vida o a la de otros, actividades como estar sólo viendo la televisión, metidos en las redes sociales, estar sólo acostados por una o dos horas más al momento de levantarnos, etc. Al final, muchas personas de sienten incómodas por no haber hecho nada más en el día. Esta sensación es porque saben que pudieron hacer más pero no lo hicieron. La sensación de no aprovechar su día al máximo.

El poeta romano Horacio, en su obra Odas, acuñó un término que nos da una visión particular sobre este sentimiento: Carpe Diem. Ésta expresión se traduciría como “Aprovecha el día”. Para ser más exactos, forma parte de un verso que dice así: Carpe diem, quam mínimum crédula postero (Aprovecha el día, no confíes en el mañana).

Lo que trata de decirnos el poeta en esta expresión es que hagamos todo lo que esté en nuestras manos cada día, sin postergarlo a otro, porque así nunca terminaríamos de hacer las cosas. Expresiones como “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” también intentan darnos esta lección. En la vida moderna, estamos acostumbrados a postergar las cosas porque muchas de ellas nos parecen más sencillas, y por lo tanto, ‘no requieren tanta atención’. Sin embargo, hemos llegado a tal costumbre que dejamos que las cosas se posterguen cada vez más, al punto que nos llega a dar flojera hacerlas. Por poner un ejemplo sencillo, si no limpias tu cuarto en el momento en que puedes hacerlo, y dejas que se junten muchas cosas, llegará un punto en que no sepas por dónde empezar, y no querrás recoger u organizar tu cuarto. De esta manera, a pesar de tener cosas que hacer, dejamos que pasen de largo porque hacemos de esta postergación un hábito. Incluso acudimos a mecanismos de defensa para justificar por qué no hicimos algo. Entonces, ¿qué podemos hacer para aprovechar el día?

Nuestro tiempo

Lo primero que debemos considerar para aprovechar el día es el tiempo que tenemos para hacer algo. Biológicamente estamos diseñados para funcionar según un horario diario, establecido por las 24 horas que tiene el reloj. Naturalmente, además del tiempo que estamos activos, necesitamos tiempo para descansar, pues si no lo hiciéramos nuestro cuerpo no sería capaz de tolerar dicha presión, y probablemente moriríamos. El tiempo que tenemos está marcado por estos aspectos, así como por lo que nosotros hagamos durante ese tiempo.

El primer aspecto relacionado con el tiempo tiene que ver con las necesidades personales. Según la situación de vida de cada persona, a veces se requiere cierto tiempo para hacer cosas de rutina, desde simplemente vestirse o arreglarse -en el caso de la gran mayoría de las personas-, hasta llevar a cabo algún tratamiento médico, a causa de alguna enfermedad. Esto cambia la perspectiva que tenemos del tiempo que podemos utilizar. Una persona sana, en teoría, tendrá más tiempo para hacer cosas fuera de esa rutina (e inclusive si esa rutina no es estrictamente necesaria, puede omitir algunas partes para hacer otras cosas que sean necesarias) que una que deba ir a su tratamiento. En este caso, el uso que hagamos de ese tiempo depende, en gran medida, de nuestra voluntad: mucho de ese tiempo decidimos cómo utilizarlo, ya sea para trabajo, ocio, descanso, u otras actividades.

El segundo aspecto tiene que ver con esta voluntad. Es interesante notar que muchas veces las personas que padecen alguna enfermedad están más dispuestas a aprovechar su tiempo que las personas que están completamente saludables. Esto se debe a que, al estar sanos (y aún más, al ser jóvenes) pensamos que tenemos el tiempo ilimitado, lo cual no es cierto. Dada esta situación, es importante considerar nuestra mortalidad para darle más valor a nuestro tiempo, y así tener la voluntad de aprovecharlo de otras maneras.

El tercer factor se relaciona con la importancia que establecemos a cada actividad. Muchas veces dejamos de hacer algunas actividades porque parecen ser poco importantes, y damos más peso a otras que en realidad no son tan relevantes. Por poner un par de ejemplos, las personas suelen dejar los trabajos al final porque, cuando hay suficiente tiempo, parece que otras cosas pueden tomar mayor importancia. Sin embargo, cuando se acerca la fecha de entrega el trabajo se vuelve más importante, y llega a ser la prioridad número uno la noche anterior a la entrega (aquí entra en juego el límite de tiempo, como se comentó antes). En otros casos, las personas dan tanta prioridad a actividades de ocio o placenteras, que hacen completamente de lado otras actividades que son más importantes en ese momento, justificándose después por no haberlas realizado (justificación que puede ser para sí mismos -mecanismo de defensa- o para otros, si es que están involucrados -excusas-).

En todo caso, queda claro que el factor más importante en el aprovechamiento del día es el tiempo que tenemos y cómo lo utilizamos. Además, hay otros puntos importantes a considerar cuando hablamos del aprovechamiento del día.

Ocio y Trabajo

Normalmente, cuando nos dicen que tenemos que aprovechar el día, lo que se piensa es que se debe trabajar para hacerlo. Actualmente consideramos que una persona que se la pasa trabajando, en la oficina, desvelándose para terminar un proyecto es quien realmente está aprovechando su día. Sin embargo, este tipo de creencias llevan al desarrollo de trastornos como el síndrome de burnout, adicción al trabajo (workaholic), o ciertos tipos de obsesiones y compulsiones. Además, al ocupar el tiempo en el trabajo se pierden de vista otros aspectos importantes en la vida, como las relaciones interpersonales o la trascendencia.

Por otra parte, se tiene la creencia social de que las actividades placenteras, de ocio, y el descanso son pérdida de tiempo. Así, cuando una persona se toma unos minutos para descansar, se considera que está “perdiendo su tiempo”. De igual forma, si para alguien cierta actividad se considera agradable, esa actividad no puede ser una actividad productiva, ya que “lo productivo no puede ser placentero”. Entonces, una persona que se dedica a hacer lo que le gusta, está realizando solamente un pasatiempo, y como tal, no es productivo.

En realidad, tanto el trabajo como el ocio o el descanso son importantes para aprovechar el día, siempre y cuando se vivan sin extremos y sin excesos. Así como el trabajo en exceso puede provocarnos daño psicológico o físico, el ocio en extremo o el descanso puede ser dañino para nuestra salud. Lo importante en este aspecto es que lo que se haga, ya sea trabajo, ocio o descanso, tenga una razón de ser para el crecimiento y satisfacción de cada persona.

Procrastinación

La procrastinación es el hábito de postergar actividades o situaciones que deben ser atendidas, sustituyéndolas por actividades que son más irrelevantes en ese momento. Normalmente esto se debe a alguno de estos factores: ya sea por poca capacidad para organizar y regular el tiempo, o por querer evadir alguna responsabilidad. En ambos casos, el resultado suele ser que estas actividades pendientes se acumulan y llega un momento en que no tenemos el tiempo suficiente para poder realizarlas todas.

Todos hemos procrastinado en algún momento de la vida. Sin embargo, hay personas que convierten de esta procrastinación un hábito y llega un punto en que no pueden dejar de postergar lo que deben hacer. Las actividades que suelen postergarse pueden ser de cualquier tipo, desde actividades cotidianas (como limpiar la casa, hacer la cama, etc.), actividades de cuidado personal (bañarse, lavarse los dientes, propósitos de año nuevo), hasta actividades importantes (compromisos, resolver conflictos con la pareja, preparar un proyecto de trabajo). Las consecuencias pueden provocar que se nos cargue más y más la lista de pendientes a realizar.

Los motivos por los cuales suele presentarse la procrastinación, según William Knaus, son los siguientes:

a) Autoduda: Esto ocurre al juzgar nuestras habilidades como deficientes o inadecuadas. Asumimos que no somos capaces de hacer algo, o que existe una forma “correcta” de hacer las cosas. Normalmente, esto lleva a conclusiones irracionales, lo que nos lleva a postergar la tarea. Por ejemplo, si una persona cree que un ejercicio de matemáticas debe salir fácil y rápido, pero a él no le sale así, considerará que no es capaz y, por lo tanto, dejará su tarea para después, “cuando ya sea más capaz de hacerla”. Sin embargo, ¿cómo va a ser más capaz si no la practica en este momento?

b) Baja tolerancia a la tensión: Esto se presenta cuando la persona se encuentra con algún obstáculo o si sus metas parecen ser difíciles de lograr. Estas situaciones provocan un estado de tensión e incomodidad a la persona, quien asume que la mejor forma de reducir esta tensión, es dejando la tarea para después, probablemente, “cuando sea más fácil realizarla”. Otras situaciones en que se presenta esta poca tolerancia son cuando, para realizar una tarea mayor (por ejemplo, ir al trabajo), se presenta algún momento particular de incomodidad (por ejemplo, el tráfico). En este caso, la persona posterga para evitar ese momento incómodo (en nuestro ejemplo, puede ser que salga más tarde de su casa y llegue tarde a su trabajo).

Por otro lado, se plantean cinco formas de procrastinar:

a) Procrastinador Perfeccionista: Deja las cosas para cuando “todo sea perfecto para comenzar”, o teme no poder realizar una tarea de la manera perfecta que cree. En otras ocasiones, simplemente pierde tiempo en una tarea porque quede perfecta, y cuando termina no queda tiempo para realizar otras. En estos casos, es conveniente hacer una lista de tareas con tiempos específicos de realización para que no nos salgamos de este margen.

b) Procrastinador Soñador: Se ilusiona con ser productivo, pero no actúa de esa manera. Este procrastinador se imagina haciendo las cosas, y con eso sublima su necesidad de hacerlas. Para este tipo de procrastinador, anotar las ideas que surgen de sus ensoñaciones y convertirlas en acciones reales puede ser una buena estrategia de trabajo.

c) Procrastinador Miedoso: Siente temor por fracasar en su tarea o ser criticado por los demás. Este procrastinador vive con la creencia de que “es mejor no hacer nada que equivocarse”. La estrategia para superar este tipo de procrastinación es empezar con tareas sencillas e ir realizando tareas cada vez más complejas, atreviéndonos a equivocarnos en ellas.

d) Procrastinador Abrumado: Este procrastinador deja todo hasta que no tiene otra opción más que hacer las cosas. Debe entrar en crisis para actuar. El problema, es que a veces quedan tantas tareas por hacer que no puede realizarlas todas, o se presiona de más para realizarlas. En este caso se recomienda establecer tiempos límite personales, que provoquen una pequeña crisis y así hacer las cosas poco a poco.

e) Procrastinador Ocupado: Estos procrastinadores siempre están ocupados, pero nunca terminan su trabajo. Esto puede ocurrir por falta de organización, incapacidad para delegar tareas, o tratar de realizar demasiadas cosas a la vez. En este caso, la persona debe ser realista y realizar únicamente las actividades que, coherentemente, pueda realizar en un tiempo establecido, y si son muchas, delegar algunas a otras personas.

Una estrategia que suele utilizarse para evitar la procrastinación es la “Regla de los dos minutos”. Ésta nos dice que, si una tarea toma dos minutos o menos en realizarse, la hagamos en el momento. Incluso, si el inicio de una tarea más larga nos toma ese tiempo, es conveniente aplicar la regla. Esto funciona por dos razones: primero, si la tarea es realmente corta, ya la habremos hecho y dejará de ser un pendiente; segundo, si la tarea es larga, empezarla nos provocará una inercia que nos llevará a continuar la tarea, aunque no sea una tarea corta. De cualquier manera, el principal factor que puede provocar o evitar la procrastinación es la voluntad, y ésta sólo depende de cada uno de nosotros.

Toma de Decisiones

Sin importar como se haga, la procrastinación suele ser el principal factor por el cual no se aprovecha adecuadamente el tiempo cada día. A pesar de esto, también debemos considerar que muchas veces la forma en que usamos nuestro tiempo depende de las decisiones que tomamos (de hecho, muchos tipos de procrastinación son por alguna toma de decisión). Muchas veces tomamos decisiones equivocadas que provocan una desorganización de nuestro tiempo, y eso nos dificulta terminar nuestras tareas.

Entonces, ¿cómo tomar las decisiones adecuadas? Algunas recomendaciones para tomar mejores decisiones son las siguientes:

a) Considera, evalúa y organiza tus necesidades. Tener claro que necesitamos realmente en el momento puede darnos pautas más claras de qué hacer primero, y cómo hacerlo.

b) Considera tus posibilidades. Claramente, también es importante considerar qué cosas podemos hacer en el momento, o cómo podemos acercarnos a cubrir esas necesidades.

c) Pondera ganancias y pérdidas. Siempre piensa qué tendrías que sacrificar para realizar alguna acción, y qué podrías ganar de realizarla.

d) No te dejes llevar por otros. Por más consejos que otra persona pueda darte, sólo tú sabes bien cuáles son tus necesidades personales. De cualquier forma, no eches en saco roto lo que te digan otros.

e) Ve un paso, o actividad, a la vez. No trates de abarcar todo con una sola decisión. Es mejor organizarse, y sí postergar algunas cosas, según tus necesidades, para poder terminar cada tarea que debas realizar.

Es conveniente, como se mencionó antes, comenzar a aplicar estos consejos en tares pequeñas para ponerlos en práctica, y aplicarlos poco a poco en tareas más complejas, que conlleven consecuencias más relevantes para nuestra vida.

En Conclusión

Observarnos y analizar cuanto tiempo hemos aprovechado en nuestra vida es importante porque nos ayuda a sentirnos más satisfechos. Muchas veces las personas, a pesar de trabajar todo el día, no se sienten satisfechos porque lo que hacen no les parece importante, o no es lo que realmente desean hacer. De la misma manera, hay que comprender que aprovechar el día no significa estar trabajando cada minuto, pero tampoco desde el punto de vista de la satisfacción personal significa sólo hacer cosas placenteras sin un final más allá de eso. Tampoco hay que pensar que el descanso o el ocio va en contra de esto. Siempre es necesario descansar para recuperar energías, o divertirnos un rato porque nos gusta hacer algo. Algunos de los mejores inventos de la humanidad, incluso, tienen una pequeña dosis de ocio. Aprovechar realmente nuestro tiempo es un equilibrio entre ambas cosas: hacer para dar algo a los demás, trascendiendo en otros, pero también hacer para nosotros, trascendiendo en lo que nos gusta. Encontrar ese equilibrio nos hará sentir completamente satisfechos y en paz, y tendremos un tiempo de vida más completo.

Commentaires


Entradas destacadas
Entradas recientes
Archivo
Buscar por tags
Síguenos
  • Facebook Basic Square
  • Twitter Basic Square
  • Google+ Basic Square
bottom of page